miércoles, 26 de agosto de 2009

LAS MONEDAS DE ORO

Esta es la historia que nosotros habíamos elegido como eje del taller:

Era un viejo titiritero que tenía un carro con un teatro de títeres y un caballo que se llamaba Perico. Todas las mañanas ataba el caballo al carro
y salía a hacer títeres. daba las representaciones en la puerta del mercado, en la esquina de la estación y en la plaza del puerto. Después volvía a su
casa, desataba el caballo y se sentaba al pie de un árbol a descansar. Entonces su amiga María Inés -una niña morena y delgada, hija de un zapatero remendón-
cruzaba la calle y venía a hacerle compañía.

Una tarde, María Inés preguntó al viejo titiritero:

-¿Cómo son los marineros del mar?

-Son más altos y más rubios que los marineros del río y siempre cantan -respondió el viejo titiritero.

Y María Inés dijo: -¡Qué lindo sería oír cantar a los marineros del mar! ¿No vienen a nuestro puerto? ¿Pueden venir a los puertos de un río?

-Sí, María Inés -dijo el viejo titiritero-, a veces vienen. Cuando lleguen voy a avisarte, y entonces los oirás cantar.

María Inés bajó la cabeza y dijo: -Nunca los oiré cantar. Queda tan lejos el puerto. Hay más de quince cuadras desde aquí.

-María Inés, el día que lleguen iremos juntos en el carro de los títeres -dijo el viejo titiritero-.

Vos llevarás las riendas y dirás: "Perico al puerto".

-¡Qué lindo! -exclamó María Inés-. Oiré cantar a los marineros del mar.

la niña vuelve a sonreír. Se ve en el carro de los títeres, camino al río, y frenar al caballo frente al puerto, cerca de un barco que viene del mar.

María Inés mira la casa de su amigo. Ella creía que los titiriteros eran los hombres más ricos del mundo y tenían bolsas llenas de monedas de oro.
Extrañada, como si por primera vez viera esa casa pequeña - una pieza de madera con la ventana sin vidrios-, pregunta:

-siendo tan rico, ¿cómo vivís en una casa más pobre que la nuestra?

Y el viejo titiritero responde: -Porque así son todas las casas de los titiriteros. Tienen que ser de madera, como ésta, y tener una sola pieza con
una ventana para mirar el cielo. Y nada más.

-Ya me parecía- dice María Inés-. Muchas veces estuve por preguntártelo y siempre me olvidaba.. Y también me olvidaba de pedirte una cosa: que me regalés
una moneda de oro. ¿No es cierto que tenés muchas?

-Sí, María Inés, muchas.

-¿Por qué no me regalás una?

-Desde mañana, todas las tardes, te regalaré una moneda de oro; pero no se la muestres a nadie.

Esa noche el viejo titiritero desparramó sobre la mesa un puñado de cobres. Tomó uno y lo lustró, primero de un lado, después del otro, hasta que el
cobre brilló como una moneda de oro. Apagó la luz de la lámpara y se acostó a dormir.

Al día siguiente, María Inés recibió la moneda prometida. No se cansaba de mirarla y de repetir: -¡Brilla más que el sol!

Cuando volvió a su casa puso la moneda de oro en una caja de zapatos, y la escondió para que nadie la viera.

Al otro día, María Inés preguntó: -¿Quiénes son los aventureros?

-Los que van en busca de aventuras, María Inés.

-¿Y a dónde van?

-Lejos. A otros países.

-Los aventureros son los que salen a buscar fortuna. ¿No es cierto?

-Sí, María Inés, es cierto.

-¿Y la encuentran?

-A veces, María Inés.

La niña le pide al viejo titiritero que le cuente historias de aventureros. Él debe saber muchas. Ha viajado por tantos países que en algunas de sus
andanzas tuvo que haberlos visto. Y el viejo titiritero le cuenta historias de aventureros que ocurrieron años atrás, cuando él era apenas un muchacho.

María Inés escucha asombrada. habla el viejo titiritero y es como si tuviera delante de sus ojos un libro con estampas de colores.

-Y ahora -lo interrumpe María Inés-, ¿hay aventureros?

-Sí, siempre habrá aventureros mientras haya un puerto o un camino.

-¿Conocés a alguno?

-Conozco dos marineros que salieron en un barco a buscar fortuna. Andan por el mar y por los ríos, y cuando llegan a un puerto se detienen, y por la
noche recorren las calles.

-¿Hace mucho tiempo que salieron? -pregunta María Inés.

Sí, hace muchos años.

-¿Y cuándo estarán de vuelta?

-Cuando encuentren la fortuna que buscan. Antes no pueden volver.

-¿Por qué?

-¿Cómo crées que pueden volver con las manos vacías? Y cuando les pregunten: "¿dónde está la fortuna?" ¿qué van a decir ellos?

-¿Y quién les va a preguntar?

-La madre, los hermanos.

-¿Ya pasaron por este puerto?

-No, todavía no.

Y todas las tardes, María Inés, después de recibir una moneda de oro, le pide al viejo titiritero que continúe la historia de los marineros. Escucha
una nueva aventura, un nuevo viaje. Y todas las tardes antes de irse, pregunta: -¿Cuándo llegarán aquí, a nuestro puerto?

-Pronto, María Inés.

La caja de zapatos está llena de cobres que brillan como si fueran monedas de oro, y el barco de los dos marineros continúa viajando.

-¿Cuándo llegarán a nuestro puerto?

Y esta vez fue otra la respuesta:

-Llegarán hoy, de noche. En busca de la fortuna recorrerán todas las calles de la ciudad. Cuando estés dormida pasarán por tu puerta. No llegarás a
verlos, porque mañana, muy temprano, seguirán en el barco andando por el río.

Esa noche, cuando todos dormían, María Inés se levantó. Tomó la caja de zapatos. Salió del cuarto en puntas de pie. Cruzó el patio, y llegó a la puerta
de calle. En la vereda volcó su tesoro, y los cobres brillaron bajo la luna.

Se sentó detrás de la verja a esperar. Pasarán los dos marineros. Ella los verá detenerse. No les dirá una sola palabra. Recogerán las monedas de oro
y los verá regresar, camino al río, con la fortuna en las manos. Después subirán al barco y volverán al puerto donde los están esperando la madre, los
hermanos.

María Inés cerró los ojos y se quedó dormida.

Ya no brillaban los cobres. El rocío de la noche les ha quitado el oro.

María Inés se despierta con el canto de los pájaros. sale a la puerta, y al ver la vereda llena de cobres siente una gran alegría. los recoge uno por
uno, los guarda en la caja de zapatos y cruza la calle.

El viejo titiritero ha terminado de atar al caballo al carro de los títeres.

María inés se acerfca y le dice: -Anoche desparramé en la vereda las monedas que me regalaste. pasaron los dos marineros. me quedé dormida y no los
vi pasar. Ellos tampoco me vieron. se llevaron todas mis monedas de oro y me dejaron estos cobres. Aquí están. Míralos.

El viejo titiritero mira la caja de zapatos y los cobres húmedos de rocío. Abraza a la niña.

-Yo también los vi desde mi ventana- dice-. eran los dos marineros del mar, altos y rubios. Iban felices. Llevaban las manos llenas de monedas de oro.
Ahora nos iremos al puerto en el carro y desde la escollera, vas a ver cómo se aleja el barco con las velas desplegadas.

Suben al carro de los títeres. María Inés toma las riendas y guía al caballo: -Perico -dice-. ¡Al puerto! ¡Al puerto! Oiremos cantar a los marineros
del mar.

(Javier Villafañe)

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